Lo digo convencido: para mí el fútbol es sagrado. Y también afirmo con absoluta seguridad que los clubes por los que paso son 'religiones'. Un entrenador nunca debe imponer sus ideas contra la idiosincrasia del club. Es un pecado mortal. La historia, la cultura y la tradición tienen un peso tan fuerte como respetable. Es obligatorio prestar atención a ese legado.
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